Baldosas, lluvia y gnomos logroñeses
- Antonio de Benito
- 27 ene 2018
- 2 Min. de lectura

BALDOSAS, LLUVIA Y GNOMOS LOGROÑESES
- ¿Se te olvidó ponerte los pantalones negros, querida, o se te olvidó mirar por la ventana para comprobar que había llovido?
Ya sabes… días de lluvia, pantalones negros.
¡Qué tontería!, pensarán muchos lectores.
Los días lluviosos benefician a muchos sectores: al campo, por supuesto; mejora el nivel de contaminación atmosférico, aunque no sé por qué extraño mecanismo nos da a todos por coger el coche, por lo que algunas gallinas de las que entran (mojadas), salen (secas), pero nadie duda de los citados beneficios. Y esa gracia de la lluvia puede aliarse hasta con la lavandería municipal.
Las baldosas que adornan el suelo y pisamos cada día no pueden estarse quietas los días de lluvia. Es como si cobraran vida propia, como si debajo de ellas habitasen gnomos hiperactivos, residentes en extraños níscalos que les hicieran cosquillas. Las baldosas se mueven, tiemblan, se balancean suave o bruscamente, proporcionalmente a sus cosquillas. De esta forma, a los que ya nos ha sucedido lo que relataré, vamos mirando al empedrado con recelo sabiendo que Murphy puede aparecer súbitamente tras cualquier pisada, debajo de una, aparentemente, inofensiva baldosa.
Una pisada, otra…, el sonido de un guasap, otra pisada, un saludo a un conocido, otro wasap, una nueva pisada y… ¡zas! Las cosquillas producidas por los gnomos que habitan los níscalos de debajo de las baldosas se le hacen insoportables, y bailan al mismo tiempo que el agua, turbia, sucia, casi negra, salvajemente retenida junto a la raíz baldosiana, salpica con fuerza en dirección a tus pantalones. Una pernera más que la otra, pero ambas quedan bañadas por el jugo de baldosa, ese chapapote urbano que latía bajo nuestros pies. Más de media docena de churretones en forma de archipiélago improvisado te devuelven la mirada al suelo e inmediatamente al cielo para increparte a ti mismo por haber olvidado ponerte los pantalones negros.
Al menos, consuela saber que la lavandería municipal asume los costes del lavado. Es una suerte que el Ayuntamiento de Logroño concierte ese tipo de incidencias. Debes llevar a esa lavandería el pantalón manchado y la baldosa responsable, como prueba del desaguisado, no vaya a ser que algún caradura pretenda hacer la colada gratuitamente. Dicen que ese mejunje es mucho más difícil de limpiar que el calimocho.
Esto de la lavandería municipal y los pantalones manchados por chapapote urbano subterráneo parece una estupidez, y lo es, comparado con otros conciertos institucionales. Una gilipollez que nos suele suceder los días de lluvia. Y es que ni llueve todo lo que debería y, mucho menos, en la baldosa que uno desea. Pero el asunto puede continuar, tengo una amiga que me dice que a ella, en muchas ocasiones, se le encaja el tacón en las baldosas de Gran Vía y le destroza sus stilettos. Me propone crear asociación de afectadas. No sé si reír, llamarla o hacerme amigo de los gnomos que habitan en los níscalos, bajo las baldosas móviles de Logroño.
Antonio de Benito
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